Caminando voy por la senda litoral, disfruto de lo que me ofrece. Paso a paso y mientras camino voy agarrando momentos y enseñanzas para mi alma.
Cuando se oculta el sol, se me cambia el semblante del alma y dejo paso a la melancolía. Si el camino fuera el verdadero – y nosotros en él – . ¿Cuál sería su final?. Mientras miro su confín, sueño con nuevos horizontes que se acercan, nuevas gentes, nuevas reflexiones.
Me gusta descubrir más de una ruta a la vez, urbanas, litorales, ejidas, o de montaña. Distintos caminos, cualquiera de ellos para descubrir, para disfrutar, para vivir. Después quedaran los recuerdos de lo vivido. A veces, no contemplamos el camino, sino ansiamos la meta, la obra final.
Mientras más deprisa más errado se hace el viaje. Por ello, intento andar a mi trote, para que el mismo sea equilibrado. Empeño y constancia para llegar lejos.
El camino nos lleva. No hay que andar sin ton ni son. No siempre lo consigo, pues hay tramos cuesta arriba, en donde sopla el aire y se descargan los nublados. Yo por mi parte, curioseo atajos, y ando con cuidado por senderos contiguos y laberintos turbadores. Pues, no todos los trechos ajetreados y veredas que tomé, dejaron la huella suficiente para evitar otras malandanzas. Pero lo importante es lo vivido y para vivir aquí me veo andando este camino, que comparto CONTIGO.
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.