Las enfermedades reumáticas o del aparato locomotor se caracterizan por una gran afectación funcional (dolor no controlado, fatiga, limitaciones), una escasa mortalidad (los personas no se suelen morir de ellas) y, su duración en el tiempo (enfermedades crónicas y definitivas). Estas características hacen que sean una causa muy frecuente de Incapacidad laboral. Los reumatismos son la primera causa de incapacidad laboral. Uno de cada 10 pacientes reumáticos sufre de discapacidad y/o invalidez.
La pérdida de la aptitud para el trabajo altera la vida de las personas y conlleva una pérdida del poder económico, estrés psicológico y pérdida del rol social. Pero además estas enfermedades provocan dolor y limitaciones de la actividad en edades productivas de la vida, antes que otras enfermedades como las cardiorrespiratorias, o el cáncer.
Las incapacidades laborales se otorgan por secuelas OBJETIVAS, CRÓNICAS Y DEFINITIVAS en las que se han agotado los recursos terapéuticas.
En la mayoría de las enfermedades del aparato locomotor, el daño anatómico o estructural es objetivo, como el que se origina en la artrosis (hernias, discales, radiculopatías, estenosis de canal, espondilolistesis, artrosis de manos, de cadera o de rodilla), espondilitis, artritis (destrucción articular) o fracturas osteoporóticas por poner algunos ejemplos. Sin embargo, existen otras que aunque provocan una gran pérdida funcional, es difícil objetivar el daño estructural. Es el caso de la fibromialgia, la hiperlaxitud de ligamentos (síndrome de Ehlers Danlos), el dolor crónico, la disautonomía, etc., que requieren de un peritaje que de visibilidad a la veracidad de lo que dice el paciente.
Las incapacidades no se otorgan por el padecimiento de una u otra enfermedad, sino de la manera de como limita particularmente en la persona y en su trabajo.
Por ello, la valoración de las incapacidades laborales en estas enfermedades, requieren de un PERITAJE que ponga de manifiesto las LIMITACIONES ANATÓMICAS Y FUNCIONALES objetivables que presenta el paciente, el carácter permanente de las mismas, y de cómo reducen su capacidad laboral.
Para realizar dicha valoración, el perito sigue técnicas de entrevista, anamnesis, exploración física y estima los informes médicos y pruebas complementarias aportados por el paciente. Esta valoración se plasma en un Dictamen Médico-Laboral, que concluye con la calificación del trabajador del tipo de incapacidad laboral permanente que padece el paciente.