El maestro mexicano Altamirano decía que
La educación es como un perfume, que se huele desde lejos.
Basta ver y hablar con alguien desconocido y educado, para que nos resulte grata su compañía. Se comienza con admirarle y se continúa teniéndole afecto.
Esto lo saben bien los grandes personajes de nuestro entorno, que hacen de la cortesía su mayor embrujo político.
Si aspira usted a ser prudente, no pierda nunca la compostura.
Educación, no es “nivel de instrucción”.
Hay quién piensa que la educación es saber gramática, historia, ciencias e idiomas.
Y hay quién teniendo un alto grado de instrucción (licenciado, doctor y poliglota), tiene poca urbanidad, cortesía o educación.
Un profesor de primaria, le decía al padre de un alumno:
“Si usted pudiera enseñarle buenos modales en su casa, mi trabajo sería más sencillo”.
La cultura puede llegar a ser grosera sin refinamiento.
No solo se debe ser refinado en el conocimiento, sino también en los modos y en la conversación, en las ideas y en las palabras, por dentro y por fuera.
Hasta en el amor, que tan solo se necesitan dos cómplices, es indispensable la buena educación.
La convivencia familiar es enemiga íntima del amor, que sufre con cualquier cosa: La dejadez de un marido, que engorda y, ni se afeita. Un té servido descuidadamente. Una ropa mal dejada para guardarla, un cuarto de baño, sin limpiar después de su uso, una pasta de dientes apretada por la mitad.
La paternidad responsable, pretende dar al hijo una buena educación, no solo cuando nace, sino a través del estirón de los años.
Como en un espejo, si nos ponen delante amor, reflejamos amor. Aunque para algunos el espejo donde se miran debe ser de feria, pues dando amor, reflejan “malos modos”.
Con razón un sabio dijo:
“Lo mejor después de una madre, es una buena educación”. Ella es el germen de muchas virtudes.
“Una buena educación, mejora al que es bueno y puede hacer bueno al que es malo”.
La educación es el desarrollo de lo aprendido durante la infancia, lo que absorbemos de nuestros mayores. Innata en algunos casos, pero susceptible de mejora y cultivo en la mayoría de nosotros, pues los buenos modales, se aprenden y se cultivan.
La educación es un chasco, si no la integramos en nuestras vidas, las buenas maneras, la cortesía y la urbanidad.
Pero la receta para ser bien educado, es bien sencilla:
“Trata a los demás como te gustaría que te tratarán a tí”.
Una base moral, en la que a veces no reparamos, y somos descorteses de modo gratuito.
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