Los pacientes acuden al médico buscando un diagnóstico, una segunda opinión, y mejorar su estado de salud.
Independientemente de la conducta del paciente ante su estado de salud (angustiado, sugestionable, hipocondríaco, deprimido, hostil, etc.), los médicos deberíamos colocarnos al otro lado de la mesa de despacho y hacernos esta pregunta inicial.
Una actitud formadora, en la que el médico muestra su disposición y compromiso en la recuperación de la salud del paciente y su familia. En donde el médico actúa como entrenador personal o consejero en salud y, el paciente participa en la toma de decisiones parece que es la más razonable y coherente con su estatus, frente a actitudes meramente paternalistas o técnicas.
En mi experiencia, el paciente no necesita un trato ficticiamente familiar, sino únicamente sentir que tiene al médico cerca para lograr recuperar su salud.
“Trata al paciente como te gustaría te tratasen a tí”.
Es una máxima con la que el médico no se equivoca cuando duda que tipo de relación debe establecer.