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Una mirada a nuestra enorme vida interior (I): La microbiota, el microbioma y los metagenomas

La vida interior dentro de nosotros que puede supeditar nuestras acciones

Imagen de un microbio Doctor Ponce

Aunque mi formación es de reumatólogo, mi experiencia profesional me ha hecho interesarme cada vez más por el aparato digestivo y sus habitantes. Múltiples enfermedades digestivas (desde la boca hasta el ano) se expresan como manifestación inicial o en durante su patocronía como manifestación de enfermedades reumáticas (Enfermedad de Bechet, Whipple, de Crohn, colitis ulcerosa, enfermedad celiaca, o intolerancias alimenticias), pero otras sin tan clara relación (fibromialgia, fatiga crónica, Sensibilidad química múltiple, Ehlers Danlos (hiperlaxitud) mejoran con una buena orientación dietética. A lo largo de este artículo introductorio y otros que publicaré sucesivamente, relacionados con el tema comparto contigo estos conocimientos y experiencia:

Aunque el estudio microbiológico de los organismos que viven en nuestro cuerpo como ecosistema no es nuevo, existe un renovado interés al respecto. Entorno a la microbiota se fraguan conversaciones sobre la nutrición, la obesidad, el hambre, la salud o la longevidad. Nosotros mismos, los reumatólogos, en mi unidad de gestión, estamos llevando a cabo investigaciones en la que intentamos poner en relación los cambios en la proporción de las especies bacterianas de las heces durante los brotes de actividad de la artritis reumatoide.

De pronto, todo tiene que ver con los microorganismos que nos habitan. Desde las enfermedades, al estado de ánimo, pasando por cualquier otro aspecto de la salud. Pero, aunque tan solo sea por el número de bacterias que nos habita, muy superior a las de nuestro cuerpo y que conviven día a día con nosotros, no está de más prestarle un poco de atención. El conjunto de estos microbios que nos habitan se llama microbiota. Una población que conoce bien mi amigo Fernando Fariñas.

Nuestra verdadera vida interior surge de aquello que nos habita (estamos habitados por microbios: bacterias principalmente, más de 40 billones, pero también virus, hongos, parásitos y protozoos. Su peso es mayor de un kilo en cualquiera de nosotros. Evacuamos diariamente unos 15 billones de bacterias. Defecamos por término medio 150 gramos al día de bacterias. Dada la cantidad y el peso de las bacterias que nos colonizan, y puesto que, las bacterias fueron las primeras habitantes del planeta y serán las últimas, me pregunto: ¿Quién es el invitado y quién el anfitrión? ¿Cuál es el sentido de nuestra vida: transportar y dar soporte a todos estos microorganismos?

Cada ser humano tiene su propio genoma: 3.000 millones de piezas químicas engarzadas en una tira de más de dos metros en cada célula humana. Las bacterias también tienen su propio material genómico construido con los mismos principios, pero mucho más pequeño y de forma circular en vez de lineal. El conjunto de genes que conforman a la microbiota, llamamos microbioma. Y el conjunto de todos estos genomas –el humano, el bacteriano, el microbiano, en general– lo llamaríamos metagenoma.

Estamos invadidos y colonizados por bacterias, la mayoría se encuentran en el aparato digestivo, principalmente en el colon, pero también en la piel y en nuestras mucosas. Globalmente son benéficas y se han ido incorporando a lo largo de la evolución. Empiezan a colonizarnos en el canal del parto, o incluso antes en la microbiota placentaria y continúan nuevas oleadas durante la lactancia en una simbiosis muy elaborada que permite que participen en establecer la sintonía adecuada de la práctica totalidad de las funciones del organismo, digestivas, del metabolismo global, inmunológicas y hasta neurológicas.

La microbiota se encarga de procesar gran parte de nuestros alimentos en el intestino, producir ácidos grasos y vitaminas que nosotros no podemos sintetizar e, incluso, combatir contra otros organismos que intentan infectarnos. También actúa como un muro protector para evitar que se enganchen patógenos indeseables; y las propias bacterias segregan toxinas contra otras bacterias. Además, produce enzimas que nosotros somos incapaces de fabricar para romper nutrientes que no son digeridos en el estómago y aprovecharlos; educa nuestras defensas contra patógenos y alérgenos y permite que algunos fármacos se activen al llegar al intestino. Cambios en la composición cuantitativa y cualitativa de la microbiota influyen en nuestro estado de salud y envejecimiento. Esta pérdida de equilibrio bacteriano intestinal se llama disbiosis. La misma está favorecida por dietas pobres en fibras y probióticos, exceso de proteínas y azúcares. En estas condiciones predominan patogénos (cándida albicans, aspergyllus, clostridium, klebsiellas, shigella, salmonella, helicobacter, virus, amebas, etc.), que en su exceso pueden provocar enfermedades mortales y antes de la misma; hinchazón abdominal, estreñimiento crónico, colon irritable, migrañas, fatiga, acné, mal aliento, bruxismo y enfermedades inflamatorias como la artritis reumatoide.

Un concepto ecológico asume que el cuerpo humano es un ecosistema en el que habitan distintas especies y que todas ellas transforman el entorno para la supervivencia, para la competición en el mundo. A la suma o conjunto de las células humanas y de los microbios que nos habitan constituyen un todo que se llama holobionte.

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